Todos los sábados desde las 11 y hasta las 16 hay fiesta; es de día y en la plaza.
Se trata de La Feria de Productores y Artesanos de Villa de Las Rosas: unos 15 años atrás se instalaban los primeros tres o cuatro puestos; hoy es el paseo de compras más simpático, convocante y colorido del valle. Y no exageramos...
Va llegando gente al baile
Un sábado cualquiera alrededor de medio día. Imposible estacionar alrededor de la plaza de Villa de Las Rosas (?!) Sí, es el efecto feria, ¿conocen en la zona otro fenómeno capaz de convocar a tanta gente fuera de temporada? Nosotros no.
Nos vamos acercando (a pie, el auto quedó a unas cuadras) y ya se percibe un clima especial: nos cruzamos con conocidos de distintos pueblos del valle, mientras pasa un grupo de viajeros hablando en alemán. Muchos chicos correteando, termos y mates por doquier. Siguen llegando... algunos en bici y alguien en un auto eléctrico de fabricación casera. Canastos vacíos que se van llenando...Besos, abrazos, música, olorcito a comida, más besos y más abrazos.
Esa es la fotografía actual de la feria: un espacio alegre, concurrido y amable donde hacer compras al aire libre, pasear, picar algo al paso y encontrarse con otros.
Un poco de historia y algunas historias
Unos quince años atrás un pequeño grupo de productores de la zona, acompañados por gente del INTA, empezó a pergeñar esta iniciativa de la feria y se instalaron los primeros puestos en la plaza del pueblo (con el apoyo del Municipio de Villa de Las Rosas, que autorizó el uso del espacio público).
Entre aquellos pioneros está Antonio “el Gallego” Martínez, con sus quesos de cabra Homenaje. Antonio es quizá el personaje más carismático de la feria y su puesto uno de los más concurridos.
Acaso se deba a la pasión con que vive y transmite su experiencia. Mientras da a probar sus deliciosos quesos, acompañado por su esposa Vilma, “el Gallego” no deja de hablar de sus cabras, de su tambo a pie de sierra y, sobre todo, de cuánto le debe a esta iniciativa. Y aunque su gratitud es inconmesurable, podemos traducirla a números y sintetizarla así: cuando arrancó ordeñaba unos 38 litros por semana, hoy está llegando a los 900 y casi el 100% de su producción se vende aquí.
Otra enamorada de la feria es Miri, una holandesa instalada hace tiempo en la zona rural de Villa de Las Rosas. También fue de las primeras y llegó con la intención de vender una partida de melones orgánicos.
Quedó tan encantada que a partir de esa primera experiencia, y en vista de que se terminaban los melones, se puso a pensar en qué producir para poder volver cada sábado a instalar su puesto: a los melones le siguieron zapallos, que luego se convirtieron en mermelada.
Después vinieron otras mermeladas y más tarde, retomando la tradición holandesa, Miri incursionó en la producción de lácteos (yogur, distintas variedades de quesos y ahora también dulce de leche). Los llamó La Aguadita. Son riquísimos y muy demandados; de manera que mientras los siga produciendo le aseguran a Miri su permanencia en la feria... Ninguna otra cosa parece importarle más.
Y está David con sus jabones, están los Amorelli con sus vinos, Pedro y Silvia con su cerveza...Las delicias de Natalia y Sebastián...Y así podríamos seguir con cada puesto, basta parar la oreja un ratito para encontrarse con una linda historia detrás.
Ida y vuelta
Del otro lado del mostrador el cariño por la feria no es menor. Entre los muchos visitantes que la recorren cada sábado hay mayoría de habitués, que más que clientes parecen fans; para ellos llegarse a la feria cada sábado es casi un ritual. ¿Las razones? son miles, les contamos algunas...
“la feria es experiencia comunitaria”
Además de lo que se puede comprar, que no es poco, está todo el resto, que es mucho más.
En la feria se socializa, se comparten saberes, se huele, se toca, se prueba, se conversa...hasta se canta y se baila en la feria!
“en la feria hay productos frescos, naturales ”
Encontramos huevos de campo, esos sabrosos y con la yema de color intenso; una horma de queso de unos 400gr - y una pieza de pan integral-. Jabones artesanales, cremas hidratantesy pomadas medicinales.
Vimos también frutas y verduras de estación, conservas, lácteos, vinos de la zona, cerveza artesanal, licores, plantas ornamentales, plantines de árboles, hierbas y hortalizas, alimentos para celíacos, delikatessen y sigue la lista.
Artesanías: cuencos de cerámica esmaltada, banquitos de madera. Instrumentos musicales, libros, indumentaria y muchas, muchísimas cosas más.
“la feria es economía social y comercio justo”
Cuando compramos en la feria aportamos directamente a la economía familiar de los productores y artesanos de la región.
Cada peso que usamos paga fundamentalmente materia prima y trabajo local; nos ahorramos marketing y publicidad, packaging, logística, distribución y otros tantos etcéteras.
“en la feria se come rico”
La oferta gastronómica merece un capítulo aparte y hace que el paseo sea completo.
La mayoría de las opciones son para comer al paso, aunque nada impide sentarse en algún banco de la plaza y almorzar unos ñoquis o una porción de locro (pueden llevar su vajilla para evitar los descartables).
Todo es rico, hecho en el momento, sabroso y variado: hay jugos, licuados y cosas dulces. Arepas venezolanas (rellenas con carne o vegetarianas), empanadas, chapatis rellenos, shawarma, tacos, tartas...ideal para ir picando mientras paseamos de puesto en puesto.
¿Qué más podemos decir? Si no conocen la feria; vayan...y si hace rato que no la visitan; vuelvan. Cualquier sábado nos vemos ahí.
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